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Rompiendo las cadenas del macho


Hemos dejado el silencio atrás, hemos gritado miles en las plazas de todo el país y en muchas partes del mundo. Ya no hay vuelta atrás, somos conscientes del sometimiento que hemos sufrido por siglos, de ser esposas sumisas y cordiales, de madres exigidas y juzgadas por estereotipos infundados, de adjudicarnos una debilidad inexistente, de un rol secundario en la vida y negadas en la participación de la historia.


Una vez que la venda cae de los ojos, que se es consciente del daño que nos han provocado, y por sobre todo, que no somos quienes nos han dicho que eramos, ya no hay vuelta atras. Nos queda luchar, gritar y contar, traer esos miles de recuerdos reprimidos por nuestra mente y comunidad. Contar la infinidad de veces que sufrimos violencia en todas sus formas. ¿Para qué? Para que el que nos escuche, sea consciente de la vida que llevamos por ser portadoras de vulva y tetas. Dejar de lado la vergüenza, la culpa. ¿Por qué? Porque hay millones de mujeres que lo sufren y temen al decirlo, se preguntaran qué dirán sus familias, sus amigxs, sus compañerxs de trabajo y lxs vecinxs. Temerán ser juzgadas, aunque no tengan la culpa de nada. Les inquietara que alguien les pregunte qué hicieron para que suceda algo así, qué ropa llevaban, cómo respondieron ante la violencia o el acoso, en qué horario sucedió, y podemos seguir con esa seguidilla de planteos que conocemos muy bien, lxs que lo hemos sufrido, o lxs que lo escuchamos en la tv. ¿Acaso hay algún motivo que justifique el maltrato? Y sin embargo ¿Existe la mujer que nunca lo sufrió?.


Según la encuesta realizada por el colectivo Ni Una Menos, junto a especialistas, periodistas y voluntarios, datos que se pueden consultar en www.contalaviolenciamachista.com, explica que 9 de cada 10 mujeres encuestadas indicó la experiencia de al menos una situación de maltrato, 10 de 10, indicó la experiencia de al menos una situación de acoso en espacios públicos o privados y al menos una situación o actitud e intento de aislamiento en pareja. 9 de 10 indicó la experiencia de al menos una situación de estigmatización por ser mujer y de al menos una situación y actitud de desvalorización en pareja. 8 de 10 de al menos una situación de discriminación por ser mujer, y de al menos una situación de violencia obstétrica vinculadas con el embarazo y/o el parto. 9 de 10 encuestadas indicó la experiencia de al menos una situación de maltrato no necesariamente físico en pareja, como por ejemplo, que hayan golpeado muebles o puertas, que hayan roto algún objeto en una discusión, o que hayan obligado a discutir mientras descansaban. 8 de 10 indicó la experiencia de al menos una situación de amenazas e intimidaciones y actitud e intento de control en pareja. 6 de 10 indicó la experiencia de al menos una situación de abuso emocional en pareja como por ejemplo, que hayan gritado o insultado a seres queridos o que hayan amenazado con hacerle daños, que hayan quitado o roto un objeto personal con valor emocional. La misma cantidad Indica la experiencia de al menos una situación de violencia contra hijos/as en pareja. 7 de 10 indicó la experiencia de al menos una situación de violencia sexual en pareja y la misma cantidad indicó la experiencia de al menos una situación de violencia física en pareja. 5 de 10 Indicó al menos una situación de violencia contra la libertad reproductiva en pareja como por ejemplo que hayan obligado a dejar de cuidarse, que hayan impedido interrumpir un embarazo o que hayan obligado a interrumpirlo. Y 7 de 10 indicó la experiencia de al menos una situación de violencia económica en pareja como por ejemplo que hayan amenazado con dejar de pagar algo si no hacían lo que pedían, que hayan restringido o impedido usar dinero propio o de ambos. Además, en nuestro país, las mujeres ganan en promedio un 27,2% menos que los hombres; y el dato más alarmante es que una mujer es asesinada cada 30 horas, sólo por ser mujer.


Pero si aún los números, que a veces suenan frívolos, no conforman, podemos hacer un ejercicio: les detallaré experiencias propias desde mi niñez y ustedes meditan si les sucedió, aunque sea una sola vez. Algunos familiares me miraban rara de bebé, si usaba pantalones, si me regalaban un auto de juguete, o ropa azul o celeste. Criticaban a mis papás si me dejaban vestirme como quisiera o si a veces no era muy femenina. A algunos adultos les molestaba que me interesara hablar de política, no así cuando hablaba un varón. A los 12 años comencé a sufrir acoso callejero. Un vecino que tenía la edad de mi papá me miraba la cola. Un hombre en el colectivo me preguntó de qué color tenía la bombacha. Camino a gimnasia, un señor me llamó desde el auto y me mostró cómo se masturbaba. Varias personas me dijeron que me maquille, que quedaba más femenina. En el colectivo varios hombres me han apoyado su miembro. En el colegio me dijeron que no podia usar calzas porque provocaba a los varones. Perdi la cuenta de las veces que me mandaron a lavar los platos y de que me gritaron que me hacían un hijx. Un compañero, en el secundario, me forzó a que lo bese. Un novio me dijo que no tenga amigos varones, otro me dijo que no fume, que no era femenino. A una pareja le dije que no me sentia bien y me pidió de tener sexo igual. Un novio me dijo qué ropa debía ponerme. Una vecina me preguntó si no era muy chica para ser madre. Una pareja me dijo que debería haber pensado mejor el tener a mi hija, que ahora no me queje de las dificultades. Otro me dijo que por más que estudie, no voy a ser más importante en la vida. Un jefe me dijo que me tomaba en el puesto al que me postulaba por que tenia una sonrisa hermosa, y con la condición de que vaya a trabajar con vestidos. En entrevistas laborales me explicaron que no me tomaban por ser madre soltera. Una compañera me trató de asesina por realizarme un aborto. Me gritaron infinidad de groserías en la calle, sola y con mi hija presente, muchos se querían adjudicar la paternidad de ella, y debí explicarle el porqué gritaban lo que gritaban. Siendo madre soltera, me preguntaban cuándo iba a tener pareja y “estabilizarme”. Cuando la tuve, me preguntaron cuándo volvería a ser madre. Parejas, mujeres y hombres me han dicho puta, zorra, machona, fácil. Una pareja me insultó, me pegó y me violó, reiteradas veces. No me considero una persona de poco carácter, ni una mujer sumisa, he tenido una familia de mente abierta y que siempre permitió el diálogo y, sin embargo, me insultaron, me reprimieron, me humillaron, me sometieron, me golpearon y me violaron. Suena chocante, sí. ¿Algo te suena familiar?


Cuando me tildan de extremista, fanática o ese termino que tanta tristeza me da: feminazi, yo les explico todo lo que me sucedió, no pido que cambien su opinión, porque lamentablemente hay muchxs que se aferran al “algo habrán hecho” pero me conformo con que sepa que hablamos con hechos, con dolor, pero NO con impotencia, porque hemos quebrantado las cadenas del macho, porque defendemos las injusticias de todxs, también de esas mujeres que no concuerdan con el nuevo rol de la mujer, aquellas que ante algún comentario machista, su intención no fue herir, sino reproducir estereotipos arraigados en la sociedad. Porque el machismo no sólo es cuando un hombre golpea, viola y/o mata a una mujer, es un proceso, son acciones pequeñas que pasan desapercibidas y que pretenden generar sometimiento y sumisión, que procura fijar estereotipos de mujeres, pero también de hombres. Aquellos que no “encajan”, como los homosexuales, también son fuertemente discriminadxs, maltratadxs y asesinadxs sólo por sentirse atraídxs por personas de su mismo sexo.


El machismo también afecta a quienes deseen realizar actividades que no coinciden con su género, como el niño que quiere jugar con muñecas o con juguetes de cocina, o que quiere llorar libremente, como el hombre que quiere estudiar para docente de educación inicial, para el que quiere tejer, para el que se siente cómodo en una reunión de mujeres, entre tantas otras. El machismo daña a quien tiene orientaciones sexuales opuestas a las implantadas por ¿la iglesia?, como las lesbianas, gays, bisexuales, trans y todxs los que no se ajustan a los parámetros de la heterosexualidad.


Dejando de lado la sororidad, que implica un reconocimiento mutuo, plural y colectivo entre mujeres, se puede pensar que, en términos generales, las sociedades se movilizan o cuestionan situaciones en las cuales se sienten identificadxs, o porque lo han padecido o conocen quien lo ha sufrido. En el caso del machismo, prácticamente no existe mujer que no haya pasado por al menos una situación de las antes mencionadas, y, por lo tanto, no existe hombre que no conozca una mujer que lo haya padecido. Entonces ¿Por qué la lucha del feminismo es tan criticada? ¿Por qué impide tomar la bandera de su lucha si todxs lo padecemos de una u otra forma? ¿Qué sucede que no nos resuena ni lo ajeno, ni lo propio?


Ya no retrocedemos, y sabemos que la unión de todxs, desterrara al patriarcado de ésta y todas las sociedades algun dia. Sabemos que la lucha colectiva nos dio grandes triunfos, y aun tenemos muchos mas por ganar, que el feminismo no pretende fijar formas, sino ir adaptándonos a los cambios que emergen de la sociedad, la cantidad de veces que sean necesarias, deconstruyendo roles y etiquetas de género.


Mientras escribo, no voy a negar, me inquieta el qué dirán, porque ¡por supuesto! pertenezco a esta sociedad, y es sumamente complejo desarmar estructuras, pero luego miro a mi hija y si hay algo que tengo muy en claro, entre tantas incertidumbres, es que deseo que respete su sexo, que sepa que vale igual que cualquier otra persona, que nadie puede maltratarla y que si algún día sucede, pueda contarlo, pueda alzar su voz y luchar.


Es necesaria la transgresión, para demostrar a lo que hemos sido sometidxs, para hacer visible lo que intentan invisibilizar y si en algo te sentiste identificadx, si callaste, si conoces a alguien que lo sufrió o lo sufre, si tenes miedo de hablar, sumate al paro desde donde sea que estés y, si podés, sumate a la marcha. No calles mas, somos muchxs lxs que gritan al unísono y con convicción que si tocan a unx, nos tocan a todxs, y que si quieren sumisxs, nos tendrán combativxs.

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