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Un fantasma verde recorre Argentina


Hay instantes reveladores en que, paradójicamente, el presente deja de aparecérsenos como un mero instante fugaz y se muestra con toda su densidad temporal, como deseado fruto de un pasado esforzado y como llave que abre un horizonte esperanzador de futuro. Ciertamente, la mañana del 14 de junio será recordada como aquella en que uno de esos instantes aconteció.


Como fruto deseado de un pasado esforzado, la media sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo puso en evidencia que el fantasma verde que muchxs hoy ven con claridad recorrer nuestro país, venía acechando desde hacía años, por más que algunxs se hayan empeñado en conjurarlo como mera ficción. Como llave que abre un horizonte esperanzador de futuro, el acto efímero de votar selló un precedente que, pase lo que pase en el Senado, porta ya los tonos de un verde indeleble. Si, al decir de Borges en “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”, “[c]ualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”, la luz otoñal de junio trajo consigo el momento en que sabemos para siempre qué queremos. Que no se dude: en el país de la furia, veremos volver, ya no al hombre alado, sino a miles de mujeres aladas.


Como Penélope, ese fantasma verde tejió muy pacientemente. Pero, a diferencia de ella, no lo hizo en soledad, sino como una práctica colectiva destinada a estrechar lazos; ni tampoco para apaciguar la espera de un hombre, sino con el fin de derribar, de una vez por todas, el yugo ejercido por el patriarcado y alcanzar, de tal modo, la plena libertad. Y es que la libertad no termina donde empieza la libertad de lxs otrxs sino que se potencia con lxs otrxs. Así nos lo recuerda el fantasma con acciones: tejidas las redes, se desplegó una enorme potencia creativa que se tradujo, por un lado, en imbatibles argumentos y, por el otro, en novedosas prácticas que han venido renovando las formas tradicionales de la militancia.


Una mirada complaciente sobre lxs detractorxs del fantasma verde podría llevar a concluir que, debido a que no lo tomaron en serio, no se encontraron preparadxs para un debate en que, de repente (al menos, en la percepción de sus sorprendidos ojos), se hallaban inmersxs, lo que les impidió elaborar mejores argumentos que los que efectivamente esgrimieron. Existe, por supuesto, otra mirada sobre tales detractorxs, menos benévola. Cualquiera sea el origen de la ignorancia, las contradicciones y los falaces razonamientos expuestos en la Cámara de Diputados, lo cierto es que han mostrado el verdadero rostro. Un rostro que no se inmuta cuando compara a las personas con capacidad gestante con perras cuyos cachorritos pueden ser regalados, cuando afirma que la mujer debe estar cuidando a lxs hijxs en la casa y no en la plaza, esperando una decisión que cambiará sus vidas, o cuando aclara que “no nos animamos a tanto” y, a través de esa primera persona del plural, se ubica del lado de la última dictadura cívico-militar…y eclesiástica.


La caída del Muro de Berlín, primero, y de la Unión Soviética, después, desató el pernicioso discurso que se regocijaba en anunciar hasta el hartazgo el advenimiento del fin de las utopías, de la historia y de las ideologías. No repararon lxs señorxs detentorxs de dicho discurso en que no hay nada más ideológico que decretar el fin de las utopías, de la historia y… de las ideologías (¿Qué le hace una contradicción más a este discurso?). El fantasma verde retruca que quizás no exista la sociedad ideal o que quizás exista, pero como horizonte, es decir, como aquella línea que se aleja cuando damos un paso hacia ella; y propone con seguridad que, ante semejante situación, lejos de caer en el escepticismo, lo mejor que podemos hacer es seguir avanzando, porque los frutos no por ser parciales dejan de ser valiosos, y la evidencia está ahí a la vista: la inmensa cantidad de jóvenes que levantan las banderas verdes y que, en definitiva, vuelve todo este asunto una mera cuestión de tiempo ¡El patriarcado se va a caer!

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