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Cambiemos por Política

Hace un año escribía una nota para Entramados, llamada “Amar en tiempos de Macri”, en la que explicaba, a grandes rasgos, los efectos en los vínculos y las psiquis de lxs sujetxs ante crisis económicas, ya sea inestabilidad laboral, flexibilización o desempleo.

Conociendo esto, lo que me pregunto es cómo llegamos a esta situación (otra vez), cómo elegimos un presidente procesado, cómo avalamos políticas dictatoriales, cómo aceptamos recortes en salud y educación. Cómo caímos en el reality show de allanamientos, cuadernos Gloria y el encarcelamiento de políticos opositores. Cómo permitimos que utilicen recursos jurídicos para “luchar” contra la corrupción, selectivamente y por intereses netamente partidarios.

Podemos comenzar pensando la palabra “política” que en griego deriva de polis, es decir, todo lo relativo a la vida en ella. Aristóteles nos advertía que el sujeto es un “zóon politikón”, es decir, un animal social, que vive en un estado o ciudad sujeto a leyes elaboradas por la razón y gracias a la capacidad lingüística y moral de los mismo. Al decir: “yo no hablo de política, a mí no me interesa” podemos deducir que estamos negando nuestra propia condición de personas. Entonces ¿qué nos queda si no lo somos?

Quedaríamos ante una posición pasiva, cómoda, donde desde nuestros sillones juzgamos y nos creemos ajenos a las consecuencias de nuestros votos, los cuales ejercimos “sólo porque era obligatorio”. No obstante, aunque no sea intencional, estamos siendo políticamente activos, tomamos una postura, elegimos, nos guste o no, a quién votar y sobre todo, elegimos dónde estar a través de nuestros votos, optamos por políticas de estado, somos convencidxs por los discursos y los medios de comunicación y, algunxs, por creerse ajeno y no interiorizarse debido a que "no le gusta la política", termina votando una alianza como Cambiemos.

Elige un partido que lo convenció de que todo pasado fue peor, y que ellos serían los mesías. Elige recortes, ajustes en educación, salud, servicios básicos. Elige desempleo, precarización y hambre. Elige creer la fantasía irrealizable, que le prometieron. Y me pregunto ¿Por qué? Será la falta de educación, la desinformación.

Creo que no, que esto último ayuda de mucho, pero no, no es eso. Es la individualidad que genera este sistema, que convence de que podemos vivir sin la necesidad de otrx, que ese otrx es un enemigx, el culpable del hambre, del desempleo y de la inseguridad.

Sin embargo, el discurso meritocrático ha calado profundo en nuestra sociedad, el “si lo deseás, sucede” “lo que sucede, conviene” o “las oportunidades no pasan, las creás”. A través de la publicidad y el marketing, el mejor equipo de los últimos 50 años convenció a gran parte de su electorado de que el estado no debe encargarse de satisfacer las necesidades básicas del pueblo y que, en todo caso, el que está en peores condiciones, es culpable. Se sedujo por medio de promesas irrisorias y se vislumbra la verdadera grieta: burguesía y proletariado. Relación irreconciliable ya que sus intereses siempre, en este sistema, serán opuestos y hasta aquí, serían “concebibles” las decisiones que toman quienes nos gobiernan actualmente.

Pero, como me pregunto al principio ¿Cómo ganaron estos adefesios? Creo yo, es la falta de conciencia de clases, es la ausencia de alteridad y empatía. En lugar de ver nuestros intereses comunes y sostener los derechos colectivos, entender que sin el otrx, no existimos, tenemos una permanente negación de nuestra existencia como clase.

Negamos al otrx como sujetx político, como ser humano, como un ser pensante, como persona con capacidad de sentir, y lo terminamos convirtiendo en objeto, porque al fin y al cabo, no podemos negar algo tan parecido a unx mismo, por lo tanto, lo deshumanizamos. Lo transformamos en el enemigo y así, alienadxs, separadxs, cada unx en su quintita, no sale de ella a menos que le toque en primera persona.

Continuando de esta forma, volveremos una y otra vez a caer, hasta el día que se tome real conciencia de clase, del otrx, de la otredad en términos sartreanos.

Pero dejando de lado lo abstracto, la realidad se palpa, se siente en muchos casos como en el 2001. Por aquellos tiempos tenía 13 años y si bien tengo recuerdos de la crisis y en mi casa se hablaba, no puedo opinar más que desde la distancia y de lo que he leído. Con la crisis del 89, había pocos sectores de izquierda activos, ya que la dictadura se encargó en buena parte de eliminarlos. En la crisis del 2001, durante el gobierno de De la Rua, tampoco había una masa significativa de universitarios e intelectuales, gracias al menemismo que destrozó la educación y el trabajo con sus planes de ajuste.

A diferencia de aquellas épocas, actualmente tenemos profesionales y estudiantes empoderadxs, dispuestxs a una lucha colectiva, muchos de ellxs, como quien les escribe, la primera generación de familias oprimidas por el neoliberalismo, en haber culminado sus estudios terciarios y universitarios. Jóvenes con convicciones, activamente políticos. Sí, hablan de política. Eso que nos han hecho creer que es mala palabra ¿Para qué? Por qué dejarles a inescrupulosos y calculadores la tarea que, en realidad, es natural y condición necesaria para ser lo que somos: SUJETOS POLÍTICOS.

Y así como comencé la nota hace un año, la clave está allí, en amar frente a la crisis, no el amor romántico, sino el amor compañero y de respaldo. No nos encontramos en la misma situación política, económica y SOCIAL que en el 89 o en el 2001, no tengan dudas.

Y aquí me encuentro terminando siempre con la misma conclusión, con la única solución posible: ¡NOS VEMOS EN LAS CALLES!


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